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Encuentros* Francisco de León En algún lugar de la Mancha, de cuyo nombre por más que trato no
puedo acordarme, ocurrió que desesperadamente busqué gigantes a los cuales
enfrentarme. Por arma principal llevaba aquellas palabras que tanto
recordamos de una forma u otra. Salí a los campos sin dudar de uno sólo de
mis pasos, recorrí todo sendero que, al menos en apariencia, me guiara a mi
objetivo. El paisaje era un hermoso distractor, no debía fiarme de él; el más
mínimo descuido podía ser la causa de mi perdición. Luego de varias horas mi
paso disminuía en velocidad, mi visión se cansaba de buscar en todos aquellos
lugares vacíos de molinos de vien… perdón, de gigantes. Fue entonces que lo descubrí, echado en tierra, soplando al cielo;
tenía una actitud extraña, como si no pudiera controlar su propio destino. Me
preparé para la embestida, junto con mis primeros pasos lacé el necesario
grito guerrero, cuando, de repente, mis reflexiones me detuvieron de golpe.
Imaginé al ingenioso hidalgo en su encuentro con estos titanes, lo imagine
levantando glorioso su lanza ante la mirada atónita de su fiel Sancho Panza.
Juro que en el centro de mí, pude escuchar el galope de Rocinante. Imaginé entonces a Cervantes imaginando al Quijote: Le vi, creo,
poner la primera línea sobre el papel. Pude ver su posterior entregar; “el
poco dormir y mucho escribir”. Y en esos momentos, a igual que otros que lo
han hecho, veo a Don Alonso rodeado de libros de caballería, pensando, con
cada palabra, en una posibilidad de viaje, de andanza. Cada página le libera,
le hace grande; tal como ocurre con cada uno de los lectores de sus
aventuras. Todo ello, lleva a pensar que la mayor aportación y constante de la
novela es el juego de la imaginación, que es de sus reinos de dónde extrae la
mayor de sus grandezas. Claro, ello no significa que sea la única, pero sí
una de las que más ha perdurado. El Quijote es un ser de
múltiples dimensiones. En primer lugar tenemos al viajero, al amante de
novelas de caballería que a diferencia del Ulises y otros tantos clásicos
aventureros inicia su gran viaje iniciático sin contar con la juventud de sus
antecesores. Su edad física es
derrotada de forma contundente por su espíritu anhelante de mostrar su valía
como caballero andante. Y también como todo gran héroe, deberá de superar
diversas pruebas que lo eleven a la gloria: otros caballeros, molinos de
viento, marionetas, se encuentran entre los peligros que el personaje deberá
sortear en su camino. Bien se sabe, varios de ellos no serán sino un ardid de
aquellos que quieren hacer desaparecer al caballero de la triste figura para
devolver a Don Alonso Quijano, el hombre del mundo ordinario. Sin embargo,
las tan elaboradas tretas por parte de los conspiradores, sirven únicamente
para confirmar la grandeza del caballero. En su reino, sus derrotas no son
sino un motivo para seguir su lucha. Incluso ante la muerte, ya de vuelta al
hogar, con la cordura poseyéndolo en el lecho, el Quijote ha de ver su
huella: en Sancho Panza, su incansable testigo, tal vez en algún momento,
relator de lo que después sería el texto hoy tan conocido, en su sobrina, en
el cura. Y ha de partir a la muerte con su nombre verdadero, no el de Alonso
Quijano, pues era este transitorio. Se lleva el nombre de Don Quijote, aquel
que redactará su historia, lo hará incluyendo este apelativo en el título. En
el epitafio, veremos brillar las siguientes palabras: Yace aquí el hidalgo fuerte que
a tanto extremo llegó de
valiente, que se advierte que
la muerte no triunfó de
su vida con su muerte. Tuvo
a todo el mundo en poco, fue
el espanto y el coco del
mundo, en tal coyuntura, que
acreditó su ventura morir
cuerdo y vivir loco. (Cervantes, 1105) Sus aventuras no son llanas, no son fracasos, su triunfo se
encuentra incluso en la lengua que hoy hablamos, que perdura junto con su
figura más allá del cliché hoy tan habitual. De este modo, es posible
también imaginar a Cervantes, imaginándose a sí mismo dentro de su historia,
olvidándose por instantes de la narración en la que se ha embarcado, y
ubicarse en un mercado de Toledo donde va a encontrar el manuscrito que
continuará la interrumpida acción. El Cervantes personaje es convencido de
comprar el tan preciado escrito después de oír las siguientes palabras del
comerciante, traducidas del árabe al castellano: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Benengeli,
historiador arábigo. Seguro de haber ocultado su emoción ante el hallazgo, continúa
diciendo Miguel de Cervantes: Mucha
discreción fue menester para disimular el contento que recibí cuando
llegó a mis oídos el título del libro, y, salteándosele al sedero compré
al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que si
él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera
prometer y llevar más de seis reales la compra. Aparteme luego
con el morisco por el claustro de la iglesia mayor y roguele me volviese
aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en
lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga
que él quisiese. Contentose con dos arrobas de pasas y dos fanegas de
trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad. Pero
yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen Hallazgo,
le truje a mi casa, donde en poco de mes y medio la tradujo Toda,
del mismo modo que aquí se refiere. (Cervantes, 86-87) Continúa entonces con el relato del Quijote y el vizcaíno. Pero sin
duda es esta historia dentro de la historia una de las más interesantes de todo
el texto, es uno de los elementos que más nos permiten hacer una lectura del
Quijote desde una postura, parafraseando a Lauro Zavala, posmoderna. Se llama
al ya citado elemento Metaficción, y es procurado por autores de todo el
mundo y no sólo en la literatura sino también en los territorios del cine. Gracias
a la metaficción es posible crear y representar la literatura a partir de la
literatura misma. Realidad y ficción se mezclan y se recrean entre sí, no
como en universos paralelos, sino como en un solo universo compartido. Cabe aquí preguntar entonces ¿Qué clase del juego es el que busca
generar Cervantes a partir de esta posibilidad de lectura? Véase el espectro
completo: Cervantes, el autor del Quijote, renuncia en un punto determinado a
dicha autoría para atribuírsela al moro Benengeli. Cervantes pasa así a ser
un lector y compilador de las aventuras del ingenioso hidalgo. Lector porque
debe esperar a recibir la versión traducida del joven mercader al castellano,
traducción que, bien se sabe, ya de por sí supone un riesgo. Compilador pues
niega el ser el autor de este nuevo grupo de relatos, sólo los deja en el
papel para nuestro descubrimiento. Pero incluso en este punto se puede dudar
de la sinceridad del “manco de Lepanto” pues, si como el lo dice, no se puede
confiar en los moros y de sus intenciones, que tanto podemos confiar en que
el propio Cervantes ha contado la historia tan “fielmente” como el joven
comerciante lo ha traducido. En fin, que en este breve fragmento se abre infinidad de posibilidades
de lectura y cada lector escoge la que más sea adecuada a sus necesidades,
imaginerías o simple gusto. Tal es lo que hace el autor Paul Auster en su
novela Ciudad de Cristal (primera
parte de la Trilogía de Nueva York), lo cual nos lleva a la segunda gran
imaginería que deseo tocar: El Quijote más allá de sus páginas, en las
páginas de otros: En su muy habitual estilo
(historias que inician con sucesos que poco o nada tendrán que ver con el
final, sombras y dobles para los personajes, entre otros muchos elementos)
veremos al Paul Auster personaje, también escritor en las páginas de la
novela, explicarle este juego Quijotesco al autor de novelas policíacas
Daniel Quinn (iniciales D.Q. ¿alguna casualidad?), convertido en un detective
también llamado Paul, Auster. Tal como lo describo ahora, el asunto suena muy
enredoso, y lo es. Pero es también sin duda una prueba de cómo el personaje
este año homenajeado ha superado tantas barreras, más allá incluso de las
idiomáticas, incrustándose en el imaginario de este y otros muchos autores de
habla inglesa. Ejemplos más cercanos a nosotros están los creados por los
argentinos Jorge Luis Borges y Manuel Mujica Lainez.. En primer término, en
su cuento Pierre Menard, autor del
Quijote, Borges vislumbra a este imaginario escritor escribiendo (no
copiando, ni redactando de memoria) la novela en castellano más importante de
todos los tiempos: El Quijote. Borges crea un juego en el que a pesar deque
leemos enfrentadas fragmentos idénticos de las dos versiones del libro (la de
Cervantes y la de Menard) los lectores realmente creemos estar leyendo dos
obras distintas. Por su parte, en la novela Bomarzo, Manuel Mujica Lainez lleva a su personaje Gian Francesco
Orsini a la batalla de Lepanto. En ella un joven español desconocido, le obsequia
a Orsini una copia de su más reciente libro. El amo y señor lamentará haber
perdido toda posibilidad de nuevos encuentros con el joven escritor años
después, al saber su identidad (Miguel de Cervantes). Todos estos ejemplos, metaficcionales todos, son otra prueba del
poder del Quijote, de su indudable trascendencia, de sus infinitas lecturas
posibles, pero, por encima de todo de cómo el universo imaginario de la obra
se mantiene presente. El caballero de la triste figura es un personaje que,
tal como dice Francisco Ayala en su ensayo La invención del Quijote (Cervantes, XXXIV): sólo se le puede enfrentar de manera directa. Así es que lo
enfrentamos, de manera directa, en sus páginas, las de Cervantes, ¿las de
Benengeli?, mas también en las de Auster, Borges, Mujica Lainez. Incluso un
servidor pueda tal vez en algún otro momento detallar el hallazgo de una
epístola que el inmortal John Melmoth dirigió al andante caballero en señal
de admiración. Pero me he desviado, decía que así, de manera directa,
enfrentamos a don Quijote, para revivir cada una de sus aventuras y nos
enseña a vivirlas, a imaginarlas. Un nuevo golpe ausente me hace volver a la escena que vivía antes
de abandonarme a mis divagaciones, veo de nuevo al gigante y me preparo para enfrentarle.
Descubro de súbito que mi gigante, no es siquiera un molino de viento, es un
helicóptero que ahora se eleva, parte sin anunciarme su destino; lo pienso
una vez más, sí es un gigante, pero ya ha sido herido por la lanza del
ingenioso hidalgo, ha muerto ya va a cualquier paraíso o infierno, donde
quiera que los gigantes vayan y relatará ahí que, El Caballero de la Triste
figura aún vive y ha salido nuevamente victorioso. ____________________ * Texto escrito para ser leído en
Pachuca Hidalgo, el sábado 16 de julio de 2005, dentro de las actividades de
la feria del libro infantil y juvenil del estado. Cabe señalar que todas las
citas utilizadas, corresponden a la Edición que con motivo del cuarto
Centenario de la publicación de Don
Quijote de la Mancha realizaran la Real Academia Española, la Asociación
de Academias de la Lengua Española y Editorial Alfaguara. |
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Próxima actualización, enero de 2006.